A simple vista, la isla de Kauai parece un paraíso terrestre: playas vírgenes, volcanes dormidos y un horizonte donde el Pacífico se funde con el cielo. Pero bajo su superficie, literalmente, algo mucho más complejo se está gestando. Desde hace más de una década, el CEO de Meta, Mark Zuckerberg, ha ido consolidando un imperio privado en la isla, con discreción, millones de dólares y contratos de confidencialidad que ciegan el proyecto del escrutinio público.

Hoy, con más de 2.300 acres de tierras bajo su control y una inversión que ya supera los $300 millones , Zuckerberg se posiciona como uno de los mayores terratenientes del archipiélago. Pero esta no es solo una historia sobre riqueza, privacidad y arquitectura futurista. También lo es sobre memoria ancestral, entierros indígenas, tensión comunitaria y un megaproyecto cuya última finalidad sigue siendo un misterio.


Julian Ako recuerda las caminatas de niño con su familia cerca de la playa de Pilaa. En ese terreno, cubierto de kukuis y rodeado de arrecifes, recolectaban hongos, algas y peces. Hoy, ese lugar donde descansan los restos de su bisabuela y su tío abuelo, forma parte del ultrasecreto Ko’olau Ranch , el complejo de Zuckerberg.

Fue gracias a meses de insistencia que Ako logró visitar el sitio acompañado por representantes de Zuckerberg y registrar oficialmente la tumba con el Departamento de Tierras y Recursos Naturales de Hawái. Pero Ako, miembro del Consejo de Entierros de la Isla de Oahu, cree que hay más restos enterrados en la propiedad.

Y aquí es donde la historia se vuelve turbia: los trabajadores que construyen en el rancho están atados a contratos de confidencialidad tan estrictos que si descubren huesos humanos —iwi— y lo hacen público, podrían perder sus empleos . El silencio está institucionalizado. Y aunque el equipo de Zuckerberg asegura cumplir con las normativas sobre hallazgos accidentales, la opacidad del proyecto preocupa a líderes indígenas y defensores del patrimonio cultural hawaiano.


El búnker del centenar

La reciente compra de 962 acres adicionales , hecha a través de una sociedad de responsabilidad limitada con nombre hawaiano, eleva la superficie de la propiedad a más de 2,300 acres . Según registros obtenidos por WIRED , se construyen nuevos edificios de entre 7.800 y 11.000 pies cuadrados, con características más funcionales que lujosas: dormitorios y baños alineados como en un motel , acceso por códigos digitales, sensores de movimiento y cámaras de vigilancia. No son casas de vacaciones. Son alojamientos logísticos. Oh refugios.

La estructura más inquietante es un búnker subterráneo del tamaño de una cancha de básquet de la NBA , con puertas blindadas y salida de emergencia. A esto se suman túneles, tanques de agua de 18 pies, un sistema hidráulico autónomo y casas en los árboles en forma de platillo volador. Según estimaciones, el complejo puede albergar cómodamente a más de 100 personas .

¿Es un refugio apocalíptico? ¿Una comuna tecnológica autosuficiente? Nadie lo sabe con certeza.


La llegada de Zuckerberg a Kauai comenzó en 2014 con la compra de 700 acres por unos $100 millones . Pero pronto se encontró con un obstáculo: los llamados derechos kuleana , un tipo de tenencia que permite a los descendientes de antiguos propietarios cruzar y usar ciertas tierras ancestrales. En 2016, Zuckerberg presentó demandas para aclarar la titularidad, lo que fue visto como un intento de expulsar a herederos legítimos de la tierra.

Tras una fuerte reacción pública, retiró las demandas, aunque respaldó a un heredero, Carlos Andrade, quien finalmente ganó la propiedad por subasta. Algunos sostienen que Zuckerberg financió en secreto esa compra. Andrade falleció en 2022.

Desde entonces, el rancho ha seguido creciendo, absorbiendo territorios que incluyen una represa colapsada donde murieron siete personas en 2006 y terrenos adyacentes a la famosa playa nudista Larsen’s.


El paraíso de los mil millonarios.

Zuckerberg no es el único magnate con ambiciones hawaianas. Larry Ellison, Jeff Bezos, Oprah Winfrey y Marc Benioff también han comprado grandes extensiones de tierra. Algunos, como Ellison, han transformado islas enteras —como Lanai— en enclaves de lujo. Otros compran bajo estructuras legales opacas.

La consecuencia directa: el precio del suelo se dispara, las comunidades locales se fragmentan y la cultura nativa se desplaza. Aunque el equipo de Zuckerberg afirma que ha cancelado proyectos previos de urbanización de lujo y que parte de la tierra se dedica a agricultura, conservación y ganadería con cerveza y macadamias , los locales siguen preguntándose lo mismo:
¿Qué está construyendo exactamente el creador de Facebook en su rincón del paraíso?


Es cierto que Zuckerberg ha donado millones a causas locales: desde una escuela pública hasta una organización de viviendas espaciosas. Y sí, su proyecto da empleo bien remunerado a decenas de trabajadores. Pero eso no borra las tensiones estructurales que genera su presencia.

Con una inversión privada que ya supera el presupuesto anual de funcionamiento del condado de Kauai , la escalada de su influencia es desproporcionada. Lo que fue una tierra comunal y espiritual ahora está dividida por muros, drones y silencios contractuales.


Mark Zuckerberg, cuyo imperio digital transformó la forma en que interactuamos, compartimos, votamos y discutimos, ahora está modelando esencialmente un territorio. Pero no se trata solo de ladrillos y planos. Se trata de un nuevo tipo de colonialismo silencioso , en el que el capital compra la historia, entierra los conflictos bajo acuerdos legales, y reconstruye un oasis personalizado con sensores y puertas blindadas.

Como ha dicho Ako, el descendiente que lucha por la memoria de sus antepasados:

“Si nadie puede hablar, si todo está sellado por contratos de confidencialidad… ¿cómo sabremos alguna vez qué secretos esconde esta tierra?”

Por the wired : https://www.wired.com/story/mark-zuckerberg-secretive-hawaii-compound-burial-ground/

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