Era un perro de asistencia, un soporte emocional vital para la salud y la estabilidad emocional de su dueña. Pero nada de eso importó cuando, el jueves 26 de junio, un vecino del barrio decidió dispararle con un rifle de aire comprimido porque, según confesó, “le había orinado la rueda del auto”.
La frialdad con la que lo admitió estremece. No solo no mostró arrepentimiento. Se ofreció a ayudar en la búsqueda del animal, sabiendo que yacía sin vida bajo un arbusto frente a la casa de la familia. “Lo bajé”, dijo con simpleza. “Me hizo pis el auto”.
A la mañana siguiente, el hallazgo confirmó el temor: el cuerpo del Jack Russell Terrier apareció oculto entre unos arbustos, con un disparo certero en el corazón. No fue un accidente. Fue una ejecución.
“Esto no fue un tiro al azar, fue alguien que sabía lo que estaba haciendo”, escribió Marta en una emotiva publicación en redes sociales. “Me escuchó toda la noche buscarlo con mis hijas y no dijo una palabra”.
El padre de la niña, Germán, expresó el dolor de la familia ante los medios locales. “Estamos devastados. Mi hija no se encuentra bien. No entendemos cómo alguien puede hacer algo así. No mostró ni un mínimo de remordimiento. Al contrario, lo dijo como si estuviera orgulloso”.
La brutalidad del acto no se detiene en el disparo. Según relatan, el hombre habría amenazado luego a la familia con un arma en la cintura y gestos intimidantes. “Mis hijas ya no quieren salir al patio. Tienen miedo de vivir en su propia casa”, lamentó la madre.
La familia se había mudado al barrio hacía apenas nueve meses, buscando tranquilidad. Hoy viven con el temor constante de que su vecino cruce la calle y vuelva a disparar.
El caso quedó en manos de la Fiscalía de Río Tercero, a cargo del fiscal Alejandro Carballo. Tras un allanamiento en la vivienda del acusado, se secuestró el rifle de aire comprimido y el hombre fue imputado por amenazas, daños y actos de crueldad animal.
Pero la familia, y buena parte de la comunidad, consideran que no alcanza. ¿Cómo se tipifica el asesinato de un perro que era parte de un tratamiento médico? ¿Cómo se mide el trauma causado a una niña que perdió no solo a su compañero, sino su sostén emocional?
Para algunos será “solo un perro”. Para otros, una molestia menor. Para su familia, Harry era el guardián silencioso de una niña con epilepsia. Era quien le devolvía seguridad, autonomía y afecto incondicional.
El disparo que terminó con su vida no solo acabó con un animal. Abrió una herida profunda en una familia que hoy se pregunta si puede volver a sentirse segura. El daño no fue solo físico, fue simbólico, emocional, y humano.
Ahora, mientras el proceso judicial avanza lentamente, la familia pide lo que muchas veces falta en estos casos: empatía, justicia y protección real frente a la violencia cotidiana que a menudo se subestima hasta que es demasiado tarde.