Silicon Valley, cuna de la innovación tecnológica y de las oficinas con barras de cereal y futbolín, está atravesando una transformación inquietante. En un giro que recuerda más a una fábrica del siglo XIX que a una startup del siglo XXI, un número creciente de empresas emergentes en el sector de la inteligencia artificial (IA) están adoptando la controvertida jornada laboral china conocida como 996: trabajar de 9 a. m. a 9 p. m., seis días a la semana, un total de 72 horas semanales.

El cambio resulta chocante, sobre todo tras los años de pandemia donde el discurso empresarial en EE.UU. giraba en torno a la flexibilidad, el bienestar mental y el equilibrio entre trabajo y vida personal. Sin embargo, el auge de la inteligencia artificial ha traído consigo una nueva fiebre del oro, y con ella, una cultura laboral que demanda sacrificio absoluto.
“Es cada vez más común”, admite Adrian Kinnersley, empresario vinculado al reclutamiento y cumplimiento laboral. “Tenemos múltiples clientes que filtran candidatos según su disposición a trabajar bajo el régimen 996 antes de siquiera entrevistarlos”.
Este clima recuerda al ultimátum de Elon Musk a sus empleados de X (ex-Twitter): trabajar en modo “extremadamente hardcore” o dejar la empresa. La diferencia ahora es que la exigencia ya no es una excepción, sino una práctica que se normaliza en muchas startups de IA.
Rilla, una empresa que desarrolla software de coaching de ventas para contratistas, se presenta abiertamente como pro-996. De hecho, en sus publicaciones laborales explicitan que esperan más de 70 horas semanales de sus empleados y desaconsejan postularse a quienes no se sientan “entusiasmados” con ese estilo de vida. A cambio, ofrecen desayunos, almuerzos y cenas, incluso los sábados.
Will Gao, director de crecimiento de Rilla, lo justifica con épica generacional: “Crecimos escuchando las historias de Steve Jobs, Bill Gates, Kobe Bryant… todos dedicaron cada hora de su vida a sus pasiones. ¿Por qué nosotros no deberíamos hacer lo mismo?”
996 como opción… o presión
Otras startups lo plantean como una opción voluntaria. La empresa de telemedicina Fella & Delilah, con sede en San Francisco, ofreció a sus empleados un aumento salarial del 25% y el doble de participación accionaria si aceptaban sumarse al 996. Según su fundador, Ritchie Cartwright, menos del 10% del personal aceptó. La medida, sin embargo, crea una estructura laboral de dos velocidades, donde algunos son recompensados por sacrificarse más, y otros quedan rezagados.
Aquí es donde el entusiasmo por la hiperproductividad choca con la legislación. En EE.UU., y especialmente en California, las leyes laborales son claras respecto a clasificación de empleados, pago de horas extra y límites al trabajo excesivo. Kinnersley advierte que muchas de estas startups están actuando con una imprudencia legal alarmante: “Ni siquiera clasifican bien a los empleados. Es un caldo de cultivo para demandas millonarias.”
Y añade: “California es el estado más proempleado de EE.UU., pero hay una histeria generalizada por lanzar productos de IA, y muchos fundadores jóvenes están ignorando los riesgos legales y humanos.”
Paradójicamente, mientras en China el gobierno reprimía el 996 en 2021 tras protestas masivas y varias muertes relacionadas con el exceso de trabajo, Silicon Valley lo abraza con entusiasmo. En Europa, el modelo aún genera rechazo. “Allí se escandalizan si les pides trabajar un sábado”, ironiza el inversionista británico Harry Stebbings. Pero incluso él cree que 996 se queda corto: “Si quieres construir una empresa de mil millones, tendrás que trabajar los siete días de la semana.”
La normalización del 996 reabre un viejo debate: ¿hasta qué punto el éxito justifica el sacrificio personal? ¿Es ético exigir jornadas laborales extremas en nombre de la innovación? ¿Qué tipo de vida y de sociedad estamos construyendo si el éxito depende de renunciar al descanso, a la familia, al sueño?
El fenómeno 996 en Silicon Valley no es solo una cuestión de productividad, sino una señal cultural. En el mundo de la inteligencia artificial, donde la carrera por el dominio tecnológico global se vuelve más feroz, los humanos vuelven a ser tratados como máquinas. Y la pregunta que queda es: ¿vale la pena?
Por the wired:https://www.wired.com/story/silicon-valley-china-996-work-schedule/