Durante tres días en Austin, Texas, el lujo del hotel Fairmont fue invadido por una especie de secta moderna, impulsada por inyecciones de orina, cámaras hiperbáricas, carne roja sin procesar y un deseo compartido: vivir más de 180 años. La Conferencia de Biohacking 2025 , liderada por Dave Asprey, reunió a influencers del bienestar, tecnócratas millonarios y personas decididas a desafiar la biología humana, la medicina moderna y hasta el sentido común.

🧪 Una feria de la longevidad sin límites
Entre los stands y salones del evento se ofrecían terapias que parecían sacadas de una distopía con filtro de Instagram:
- Inyecciones de su propia orina, usadas como “vacuna natural”.
- Cámaras criogénicas y camas electromagnéticas que “regeneran células”.
- Luz roja pulsada, ayunos extremos y batidos verdes de aspecto radiactivo.
- Dietas de carne y sal del desierto, acompañadas de escáneres de órganos que prometen rejuvenecimiento instantáneo.
Dave Asprey, el anfitrión, es conocido por haber inventado el Bulletproof Coffee y por asegurar que puede vivir hasta los 180 años. Dice haber gastado más de 2,5 millones de dólares en tratamientos para “revertir” su edad biológica. Entre ellos: inyecciones de células madre, duchas de luz infrarroja, baños de hielo y rutinas de más de 100 suplementos diarios.

Este impulso hacia el “biohacking” no está ocurriendo en un vacío cultural. La conferencia fue animada por la creciente influencia del movimiento Make America Healthy Again (MAHA) , una cruzada liderada por RFK Jr. que promueve la medicina alternativa, la desconfianza hacia las farmacéuticas y la “libertad médica” como derecho casi sagrado.
Asprey lo explica sin rodeos:
“Estamos cansados de pedir permiso. No necesitamos medicamentos cuando tenemos sol, suplementos o podemos importar nuestras pastillas sin receta”.
El mensaje conecta con una parte de la sociedad estadounidense que, tras la pandemia, rechaza al sistema médico formal por considerarlo corrupto, lento y controlado por intereses económicos . En la conferencia, esto se traduce en un fervor casi religioso: desde cantos grupales hasta celebraciones con música electrónica (cortesía de Steve Aoki), pasando por paneles donde se demoniza a la ciencia convencional.
El evento también reveló la dimensión espiritual del biohacking. Algunos asistentes se vieron a sí mismos no como pacientes, sino como alquimistas del cuerpo o incluso viajeros dimensionales. Joni Winston, por ejemplo, asegura que tiene 52 o 68 años dependiendo del calendario. A los 60 comenzó a contar en reversa para “renacer con cero años a los 120”. Su objetivo: ascender a una nueva dimensión y escapar del “Matrix 3D”.
Otros, como la influencer Melanie Avalon (34), confiesan haber sido “atormentados por el miedo a envejecer desde los 12 años”. Para ellos, el biohacking no es una moda, sino una necesidad psicológica y emocional ante el tabú de la muerte.
Lo más inquietante es el modo en que esta comunidad borra las fronteras entre tecnología, espiritualidad, emprendimiento y pseudociencia. Entre los asistentes se mezclaban académicos con empresarios, médicos disidentes con influencers antivacunas. Todos unidos bajo el lema: “Más allá de los 180” .
Y sin embargo, pese a la desconfianza en “Big Pharma”, muchos tratamientos ofrecidos cuestan millones de dólares. Desde la Cámara Ammortal ($160,000) hasta el protocolo anti-envejecimiento de Bryan Johnson otro millonario del sector, que se ha transfundido sangre de su hijo buscando juventud, todo tiene un precio. La biotecnología se convierte en mercancía para élites que prometen salud sin límites, pero sin pasar por la ética médica ni la regulación estatal .
Para algunos, este movimiento es pionero. Para otros, es una peligrosa manifestación de narcisismo, desesperación y privilegio. Sus raíces se remontan, como recordaron en el evento, a los vendedores de aceite de serpiente del siglo XIX. Aquellos charlatanes también prometían salud eterna, hasta que la gente descubría que su “cura milagrosa” no curaba nada.
En 2025, la historia parece repetirse. Solo que esta vez el aceite de serpiente viene acompañado de realidad aumentada, batidos biohackeados y promesas de escape al metaverso espiritual.
🔚 Cuando el hospital falla, buscamos milagros en ferias futuristas
El éxito de esta feria no puede entenderse sin una verdad incómoda: la medicina tradicional está perdiendo la confianza del público . Muchos pacientes se sienten desatendidos, diagnosticados a la ligera, empastillados sin explicación. Y aunque muchas terapias alternativas no tienen base científica —o incluso son peligrosas—, ofrecen algo que el sistema médico ha olvidado: escuchar, tocar, acompañar .
En ese vacío de humanidad, entran las serpientes, la orina, las cápsulas de longevidad y los rituales de luz. No porque funcionen, sino porque la fe, cuando se combina con la desesperación, es más poderosa que cualquier ensayo clínico .
Y así, mientras la medicina oficial sigue atrapada entre aseguradoras, protocolos y burocracia, los laboratorios espirituales del biohacking ofrecen lo más buscado del siglo XXI: sentido, comunidad y una esperanza de no morir tan rápido como nuestros abuelos .