El arte de la portada sugiere un futuro cargado de tensiones políticas, crisis económicas y avances tecnológicos. La presencia de Vladimir Putin y Volodímir Zelenski alimenta los temores de una posible intensificación del conflicto entre Rusia y Ucrania, con el fantasma de una escalada nuclear rondando. La figura de Trump, ubicada en el centro, refuerza la idea de que su influencia será clave en los próximos acontecimientos globales.
Más allá de los líderes, los símbolos también han captado la atención. Saturno, ubicado en la parte superior, podría representar tanto al planeta regente de 2025 como al Saturno mitológico que devora todo a su paso, sugiriendo un año de desafíos y consumos voraces, ya sea de recursos, tiempo o estabilidad. Por otro lado, el color rojo no solo peligro, sino que también ha sido asociado transmite con la elección entre la pastilla azul y la roja de Matrix , una metáfora sobre el despertar a una verdad incómoda.
Las imágenes también muestran elementos tecnológicos como autos eléctricos y robots, reflejando el avance imparable de la innovación. Sin embargo, las posibles implicaciones ambientales de este progreso no quedan fuera del análisis.
Aunque para algunos la portada es una predicción casi profética, otros señalan que se trata de un análisis basado en tendencias actuales y no en una bola de cristal. Lo cierto es que The Economist logra, una vez más, captar la atención del mundo al presentar un futuro tan incierto como intrigante.
¿Es un reflejo de lo que viene o simplemente una provocación? El tiempo dirá.