Publicado en la revista Nature Aging, el estudio es uno de los más amplios hasta la fecha sobre el impacto de estos factores en la salud geriátrica. Durante tres años, los investigadores analizaron a 777 personas mayores de 70 años, todas con un estilo de vida activo, para evaluar cómo la dieta y la actividad física influyen en el envejecimiento celular.
Los resultados mostraron que consumir un gramo diario de Omega 3 puede retrasar el envejecimiento celular entre tres y cuatro meses, al actuar sobre la inflamación y el estrés oxidativo, dos factores clave en el deterioro del organismo. La investigación utilizó un “reloj epigenético”, una herramienta que analiza cambios moleculares en el ADN relacionados con la edad.
El equipo, dirigido por la científica Heike Bischoff-Ferrari, también exploró los efectos combinados del Omega 3, la vitamina D y el ejercicio. Los participantes siguieron uno de los ocho tratamientos DO-HEALTH, que incluían la ingesta de 2,000 UI de vitamina D, 1 gramo de Omega 3 de origen vegetal y 30 minutos de entrenamiento de fuerza tres veces por semana.
Un efecto protector significativo
Los hallazgos fueron contundentes:
- La combinación de los tres factores redujo la prefragilidad en un 39%.
- El riesgo de desarrollar cáncer invasivo disminuyó en un 61%.
- El consumo de Omega 3 por sí solo redujo la tasa de infecciones en un 13%.
Estos resultados refuerzan la idea de que un enfoque integral en la salud puede generar beneficios a largo plazo. “Cada uno de estos elementos actúa por mecanismos distintos, pero cuando se combinan, su efecto es aún mayor”, explica Bischoff-Ferrari.
Un modelo a seguir, con algunas limitaciones
A pesar de los prometedores resultados, los investigadores advierten que los relojes epigenéticos aún no tienen un estándar universal para medir el envejecimiento celular con total precisión. Además, el estudio se realizó en una población suiza, por lo que sus conclusiones podrían no aplicarse a personas con distintos estilos de vida o condiciones de salud.
No obstante, este trabajo abre la puerta a futuras investigaciones de mayor alcance y sugiere que pequeños cambios en la alimentación y el ejercicio pueden tener un impacto positivo en el envejecimiento. La clave parece estar en adoptar hábitos saludables y mantenerlos en el tiempo.