Cuando D’Angelo terminó su álbum debut, Brown Sugar, en 1995, se sentía orgulloso, pero no del todo satisfecho. Con el tiempo admitió que el disco, pese a su éxito, había perdido parte de la crudeza y espontaneidad de sus demos originales. “Se homogeneizó un poco”, dijo alguna vez en una conversación con la Red Bull Music Academy. Su objetivo para el siguiente proyecto era claro: capturar la esencia creativa “directamente de la vaca al vaso”.

Si Brown Sugar lo colocó en el mapa, Voodoo lanzado en enero del 2000 consolidó su legado como una de las fuerzas musicales más influyentes de su generación: un cantante, multiinstrumentista y compositor que fusionó el alma del gospel, la sensualidad del R&B, la improvisación del jazz y la cadencia del hip-hop.

La clave de Voodoo fue un ambiente de estudio relajado y colaborativo, cultivado por un colectivo de músicos que se hacían llamar los Soulquarians. El nombre aludía al signo zodiacal Acuario, compartido por los cuatro fundadores: D’Angelo, Questlove (baterista de The Roots), James Poyser (productor y compositor) y el visionario rapero y productor J Dilla.

Entre 1996 y 2002, este grupo que también incluía a Common, Erykah Badu, Q-Tip y el trompetista de jazz Roy Hargrove transformó los míticos estudios Electric Lady, en Greenwich Village, en un santuario creativo. D’Angelo insistía en grabar allí, convencido de que el espíritu de Jimi Hendrix, quien había mandado construir el lugar, todavía lo habitaba.

“Sabía que ese sitio estaba bendecido”, recordaría Questlove. “Dijo: ‘Tiene la bendición de los espíritus. Es lo correcto’”.

Las sesiones de Voodoo se entrelazaron con las grabaciones de Like Water for Chocolate (Common) y Mama’s Gun (Erykah Badu), ambas consideradas clásicos modernos. El proceso era libre y obsesivo: los músicos escuchaban horas de grabaciones en vivo —sus treats— de ídolos como James Brown, Prince, Sly Stone, George Clinton, Michael Jackson y Fela Kuti.

Questlove contó a Rolling Stone que conseguían esas grabaciones “como los traficantes de drogas consiguen contactos”. Cada jam era registrada por el ingeniero Russ Elevado, sin que nadie supiera cuándo podía surgir una nueva canción. “Solo jugábamos como niños”, recordó D’Angelo. “Y de pronto, ¡zas!, ahí estaba una idea nueva”.

Entre los colaboradores frecuentes estaban Pino Palladino, bajista de sesión galés, y Charlie Hunter, guitarrista virtuoso de jazz y funk. La química era tan intensa que muchos músicos evitaban irse del estudio por miedo a perderse la siguiente chispa de magia.

Inspirados por el estilo rítmico “borracho” de J Dilla, D’Angelo y Questlove buscaron un sonido que flotara, tambaleante pero firme, entre el tiempo y el contratiempo. Así nacieron canciones que parecían fluir desde un ritmo ancestral: “Chicken Grease”, “Playa Playa”, “Send It On”, “Feel Like Makin’ Love” y la inolvidable “Untitled (How Does It Feel)”.

El álbum no solo redefinió el neo-soul; también reconectó a D’Angelo con su propósito más puro. “Después de Brown Sugar, perdí el entusiasmo”, dijo alguna vez. “Tuve que recordar por qué hacía esto… y la razón era mi amor por la música”.

Tras años de reclusión y apariciones esporádicas, D’Angelo volvió en 2014 con Black Messiah, otro triunfo crítico. Sin embargo, su salud se deterioró con el tiempo. El 14 de octubre de 2025, el músico murió a los 51 años, víctima de cáncer de páncreas.

Su partida deja un vacío inmenso, pero también una lección que atraviesa generaciones: que la grandeza no siempre se encuentra en la perfección, sino en la honestidad del proceso. Voodoo sigue siendo, un cuarto de siglo después, el testimonio más puro de esa verdad.

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