Cada año trae consigo nuevas esperanzas tecnológicas, y 2024 no fue la excepción. Tres dispositivos se alzaron como las promesas más emocionantes del año: el Rabbit R1, el Humane Ai Pin y el Apple Vision Pro. Todos ellos generaron titulares, pero por las razones equivocadas. Aquí exploramos cómo estos productos pasaron de ser revolucionarios a decepcionantes.
Rabbit R1: El conejo que nunca despegó
Presentado con entusiasmo en el CES 2024, el Rabbit R1 era un pequeño y colorido asistente de inteligencia artificial diseñado para llevar en el bolsillo. Prometía ayudarte con todo, desde pedir un Uber hasta resolver dilemas cotidianos. Pero la realidad fue muy distinta.
Con software básico, integraciones limitadas y problemas de seguridad, el R1 dejó mucho que desear. Aunque su diseño retro resultó encantador, no compensó las deficiencias técnicas. Hoy, incluso después de múltiples actualizaciones, el R1 sigue siendo más una pieza de colección que un compañero útil.

Humane Ai Pin: Un accesorio que nadie pidió
El Ai Pin de Humane se lanzó como el futuro de los asistentes de IA. Este pequeño dispositivo, diseñado para llevar en la solapa, prometía proyectar información directamente en tu mano y funcionar como un centro de comandos inteligente. Pero rápidamente quedó claro que la tecnología no estaba lista.
Problemas de sobrecalentamiento, batería limitada y una pantalla láser frustrante hicieron que los primeros usuarios lo devolvieran en masa. Incluso con mejoras como el reconocimiento de voz personalizado, el Ai Pin nunca logró justificar su existencia frente a opciones más prácticas como los smartphones.

Apple Vision Pro: La visión que nadie quiso pagar
Con un precio de $3,499, el Apple Vision Pro debutó como el futuro de la realidad mixta. Sus capacidades de alta tecnología, como pantallas ultra claras y un sistema operativo avanzado, impresionaron a los críticos, pero no a los consumidores.
El problema no era la calidad, sino la propuesta: pocas personas estaban dispuestas a usar un casco voluminoso para tareas que ya podían hacer con un ordenador o un smartphone. Además, la falta de contenido convincente y su elevado costo sellaron su destino como un producto de nicho.

Estos tres gadgets comparten un punto en común: prometieron demasiado y entregaron muy poco. Aunque cada uno tenía potencial, sus altos precios, deficiencias técnicas y desconexión con las necesidades reales de los usuarios los convirtieron en ejemplos de cómo las ideas brillantes no siempre brillan en el mercado.