En las calles de Shenzhen, Dali y otras ciudades chinas, algo inesperado ocurre entre el bullicio urbano y los puestos de comida: jóvenes mujeres instalan pequeñas mesas con carteles que ofrecen “abrazos por un yuan”, “besos por diez” o “compañía por una tarde”. No se trata de una provocación ni de un espectáculo: es la última expresión de una necesidad humana que parece crecer en silencio —la búsqueda de contacto, afecto y conexión emocional en una sociedad que corre a ritmo vertiginoso.

Este fenómeno, apodado por los medios como el de las “novias callejeras”, ha captado la atención del público y las redes sociales en China, no solo por lo insólito, sino porque refleja un cambio profundo en la forma en que se experimentan las relaciones en tiempos modernos.

La oferta es clara y directa: “15 yuanes por ver una película juntos”, “40 yuanes por una hora bebiendo contigo”, “600 yuanes por ser tu novia por un día, sin sexo”. Lo que comenzó como una curiosidad viral en plataformas como Douyin (la versión china de TikTok) o Weibo, pronto reveló una demanda real: hombres jóvenes que, por falta de tiempo, voluntad o habilidades sociales, están dispuestos a pagar por momentos de cercanía afectiva, aunque sean transitorios y explícitamente no sexuales.

Para algunas mujeres, esto representa una forma creativa y segura de ganar dinero, establecer vínculos breves y —en algunos casos— disfrutar del juego de los afectos sin compromiso. Para otros, es síntoma de una sociedad cada vez más desconectada, donde hasta la calidez humana se cuantifica.

La respuesta del público ha sido tan variada como el fenómeno mismo. Algunos usuarios de redes expresan admiración: “Estas chicas saben cómo emprender y además regalan sonrisas”, dicen. Otros ven el peligro: “Es un negocio sin regulación. Hoy son abrazos, mañana no sabemos”.

El abogado He Bo, citado por medios como South China Morning Post, advierte que, al operar fuera del marco legal claro, estas actividades corren el riesgo de rozar zonas grises vinculadas a la prostitución o a la explotación. Y aunque muchas de estas mujeres colocan límites claros (“nada de sexo”, advierten los carteles), la percepción social sigue siendo ambigua.

El fenómeno de las “novias callejeras” no puede entenderse solo como una anécdota viral. También es un reflejo de las nuevas dinámicas urbanas en China: jornadas laborales extenuantes, altos costos de vida, presión por alcanzar el éxito y escaso tiempo para cultivar relaciones profundas.

En ese contexto, pagar por un rato de compañía se vuelve, para muchos, una solución momentánea. No porque no puedan amar, sino porque quizás la estructura actual ya no lo permite con facilidad.

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