Lo que parecía una relación pragmática entre poder político y poder empresarial terminó explotando públicamente.

Donald Trump rompió el silencio y apuntó directo contra Elon Musk, acusándolo de padecer el “síndrome de trastorno de Trump”:

“No es el primero. Hay gente que deja mi administración y nos quiere, pero luego, en algún momento, la extrañan muchísimo. Algunos la aceptan, y otros, incluso, se vuelven hostiles.”

Pero eso no fue todo. Según Trump, Elon “conocía el proyecto de ley mejor que nadie”, no había mostrado objeción… hasta que se enteró de que la nueva legislación buscaba recortar el mandato de vehículos eléctricos. Ahí, dice Trump, comenzó la supuesta traición.

Elon Musk no tardó en contraatacar con una desmentida categórica:

“¡Falso! Este proyecto de ley nunca me fue mostrado ni una sola vez y fue aprobado en plena noche, tan rápido que casi nadie en el Congreso pudo siquiera leerlo.”

El intercambio revela una grieta inesperada entre dos figuras que, hasta hace poco, parecían aliados. Por un lado, Trump se muestra dolido y acusa un cambio de postura interesado. Por el otro, Musk se planta como víctima de un proceso político turbio, aprobado a espaldas del debate público.

No hay reconciliación a la vista.
Y el ruido entre ambos ya hace eco en Washington… y en Wall Street.

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