Joël Le Scouarnec, un cirujano con una carrera de tres décadas, respetado en su entorno profesional y padre de tres hijos, enfrenta un juicio en Vannes (Bretaña) acusado de haber cometido abusos sexuales contra al menos 300 niños y adolescentes durante 25 años. Las pruebas en su contra son contundentes: libretas donde registraba meticulosamente sus crímenes, miles de archivos de pornografía infantil y testimonios de víctimas que describen los horrores a los que fueron sometidas.

El caso salió a la luz en 2017 cuando una niña, hija de unos vecinos del cirujano, lo denunció por exhibicionismo y abuso. La investigación policial llevó a un allanamiento de su vivienda, donde se encontraron evidencias impactantes: alrededor de 70 muñecas, muchas de ellas manipuladas con objetos sexuales; discos duros con más de 300.000 archivos de abuso infantil, algunos de una violencia extrema; y documentos donde detallaba los nombres de las víctimas, su edad, el hospital donde trabajaba y descripciones gráficas de los actos cometidos.

Las libretas manuscritas contenían relatos de abuso escritos por el propio Le Scouarnec, donde describía sus crímenes con frialdad y un aparente placer, utilizando frases como “mi querida…” o “mi pequeño…”. En algunos pasajes, incluso expresaba amor por sus víctimas. También se hallaron archivos informáticos con nombres códigos como “vulvettes” (vulvitas) y “quequettes” (colitas), en los que clasificaba sus agresiones. Además, la investigación reveló su participación en actividades sadomasoquistas, escatológicas y zoofílicas con sus mascotas.

El método de Le Scouarnec consistía en abusar de los niños cuando estaban bajo anestesia o en un estado de vulnerabilidad. En algunos casos, los pacientes no eran conscientes de lo sucedido hasta mucho después. Su especialidad, la cirugía visceral y ginecológica, le permitió tener acceso fácil a niños hospitalizados por procedimientos como apendicitis. Prefería actuar en habitaciones privadas, donde tenía la certeza de no ser descubierto.

El juicio ha causado conmoción en Francia, en un contexto donde aún resuena el caso de Gisèle Pelicot, una mujer que fue entregada por su esposo a decenas de hombres para ser violada mientras estaba drogada. Le Scouarnec, quien ya fue condenado en 2020 por cuatro casos de abuso, enfrenta ahora la posibilidad de recibir la pena máxima para delitos de violación en Francia: 20 años de prisión. Según el fiscal del caso, Stéphane Kellenberger, las víctimas identificadas tienen una edad promedio de 11 años, con 158 niños y 141 niñas, de los cuales 256 eran menores de 15 años en el momento de los abusos.

Durante la primera sesión del juicio, Le Scouarnec tomó la palabra brevemente para reconocer sus crímenes: “Si comparezco ante ustedes es porque cometí actos atroces mientras la mayoría aún eran solo niños. Si entiendo y comparto el sufrimiento que cada una de estas personas ha podido experimentar, la gran violencia de mis escritos, me esfuerzo en todos los interrogatorios por reconocer lo que fueron hechos de violación y agresión sexual. Quisiera precisar que, a mis ojos, no lo eran”.

El impacto del juicio ha puesto en discusión los protocolos de control en hospitales y la protección de los pacientes más vulnerables. Se cuestiona cómo un hombre con estos antecedentes pudo actuar impunemente durante décadas sin ser descubierto. Muchas de sus víctimas han declarado que nunca denunciaron los abusos porque creyeron que los tocamientos formaban parte del procedimiento médico.

El caso Le Scouarnec es ya uno de los escándalos de abuso infantil más graves en la historia de Francia. Mientras avanza el juicio, las víctimas y sus familias buscan justicia y esperan que este proceso sirva para evitar que atrocidades similares se repitan en el futuro.

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