Joël Le Scouarnec, ex cirujano, abusó de casi 300 menores durante décadas de impunidad en hospitales públicos. Fue condenado a 20 años de prisión, pero las víctimas consideran que la sentencia no alcanza.

VANNES, FRANCIA – En uno de los juicios más espeluznantes y reveladores de la historia judicial francesa, el ex cirujano Joël Le Scouarnec fue condenado a la pena máxima de 20 años de prisión tras admitir haber abusado sexualmente de al menos 299 personas —la mayoría, niños— entre 1989 y 2014. La magnitud del caso ha conmocionado a Francia y a toda Europa, no solo por la brutalidad de los hechos, sino por las fallas sistémicas que permitieron que el médico siguiera ejerciendo durante décadas a pesar de señales previas de alarma.

Le Scouarnec, hoy de 74 años, trabajó en nueve hospitales de Bretaña y el centro de Francia. Las agresiones ocurrieron mientras sus víctimas —algunas de apenas seis años— estaban sedadas, internadas o recién operadas. Muchos de ellos no supieron que habían sido abusados hasta años después, cuando la policía encontró diarios y documentos con sus nombres, edades, descripciones físicas y detalles de los abusos.

Durante el juicio, el acusado reconoció los hechos con una frialdad que heló la sala:

“Durante 30 años actué sin ningún reparo y con un único objetivo: cometer agresiones sexuales tan a menudo como pudiera.”

En 2005, Le Scouarnec ya había sido condenado por posesión de pornografía infantil, pero solo recibió una pena en suspenso. Nadie lo denunció formalmente, y los hospitales continuaron permitiéndole trabajar con niños sin supervisión. Fue recién en 2017 cuando se activó la alarma: una denuncia por exhibicionismo hacia una niña vecina llevó a la policía a allanar su domicilio. Allí descubrieron un archivo personal de horrores.

El juicio actual anuló una condena anterior de 2020 por cuatro casos puntuales. La nueva sentencia abarca los 299 casos confirmados. Sin embargo, en Francia no existen condenas consecutivas: la pena máxima sigue siendo de 20 años, una cifra que muchas víctimas consideran simbólica frente a la monstruosidad de los crímenes.

“¿Qué mensaje da la justicia? ¿Que violar a 300 personas tiene el mismo castigo que a una sola?”, cuestionó Gabriel Trouvé, una de las víctimas, que prefirió mantener el anonimato.

Casi un centenar de víctimas no participaron en el juicio. Varias no recordaban el abuso hasta que fueron contactadas por la policía. Otras no pudieron enfrentar el trauma y se quitaron la vida. Muchos padecen trastornos de ansiedad, estrés postraumático, rupturas familiares, desempleo, hospitalizaciones psiquiátricas.

Una víctima escribió desde una clínica:

“Estoy internada desde 2024. Me cuesta creer que esto me pasó. A veces preferiría no haberlo sabido nunca.”

Durante el juicio, los testigos declararon a puertas cerradas o delegaron el relato a sus abogados. En la sala, perros de terapia acompañaban a los sobrevivientes. Algunos dijeron que comprender el abuso fue clave para entender su vida: las fugas infantiles, los ataques de pánico, el acoso escolar, los problemas de autoestima. Pero para otros, fue una revelación insoportable.

La indignación no apunta solo a Le Scouarnec. Las familias y asociaciones denuncian un sistema cómplice o negligente que permitió al médico abusar con total impunidad durante más de 25 años.

“¿Quién permitió que esto sucediera?”, se leía en los carteles de una protesta frente al tribunal de Vannes.

El colectivo de víctimas exige reformas profundas: creación de registros nacionales de médicos sancionados, vigilancia más estricta en hospitales y sanciones contra los directivos que encubrieron o ignoraron denuncias.

Desde el banquillo, el cirujano ofrecía disculpas mecánicas. Decía “lo siento”, pero no recordaba los rostros, los nombres, ni los detalles de la mayoría de las víctimas.

“Me arruinaste la vida”, le gritó una joven de 26 años entre lágrimas. “Permíteme dudar de la sinceridad de tus disculpas por cosas que ni siquiera recuerdas.”

El tribunal también le prohibió ejercer la medicina, acercarse a menores y lo obligó a cumplir al menos dos tercios de la condena antes de solicitar libertad condicional. Pero el daño ya está hecho. Para cientos de personas, la infancia quedó marcada por un depredador que se ocultaba tras el prestigio de la bata blanca.

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