Este lunes, a las 12:30 del mediodía, el corazón energético de la península ibérica dejó de latir. Un gigantesco apagón paralizó casi por completo a España, Portugal y algunas zonas del sur de Francia, en un fenómeno que puso a prueba la resiliencia de los sistemas eléctricos europeos y la paciencia de millones de ciudadanos.

Trenes detenidos, vuelos demorados, semáforos apagados y gente atrapada en ascensores marcaron las primeras horas del incidente. Según datos preliminares, el corte afectó a la totalidad de Portugal, a toda España y pequeñas áreas de Francia, generando un caos que rápidamente se hizo visible en las calles de ciudades como Madrid, Barcelona y Lisboa.
¿Qué provocó el apagón?
Aunque la causa oficial aún está bajo investigación, las autoridades portuguesas señalan que “fuertes variaciones de temperatura” en el interior de España habrían generado vibraciones atmosféricas inducidas en líneas de alta tensión, provocando inestabilidad en la red. Sin embargo, expertos como Paul Cuffe, ingeniero de la University College Dublin, advierten que este tipo de fenómeno es extremadamente raro y que aún falta información concreta para confirmarlo.
A esto se suma otro problema técnico: España y Portugal forman una “isla energética” en Europa. Su nivel de interconexión con el resto del continente es apenas del 6 %, muy por debajo del 15 % recomendado por la Unión Europea. Esto significa que, a la hora de una crisis, no pueden recibir fácilmente asistencia energética desde países vecinos.
El proceso de reactivación, conocido como black start , es complejo y lento. Los ingenieros deben encender de manera progresiva las plantas generadoras y sincronizarlas cuidadosamente con la demanda de energía para evitar un nuevo colapso. Cada zona que se conecta debe equilibrarse en tiempo real con la producción disponible.
“Es como armar un mueble de IKEA sin instrucciones, en la oscuridad y contrarreloj”, describió Ketan Joshi, consultor en energía y clima.
Hasta ahora, regiones como Cataluña, Galicia, el País Vasco, La Rioja y parte de Andalucía han recuperado el servicio eléctrico de manera parcial. Sin embargo, grandes zonas de Madrid siguen sumidas en la oscuridad. Las autoridades informaron que hospitales, estaciones de bombeo de agua y servicios de emergencia fueron priorizados para recibir electricidad.
El presidente español, Pedro Sánchez, pidió calma y aseguró que los aeropuertos y hospitales están operativos, aunque admitió que los trenes fueron suspendidos y que el tráfico aéreo se redujo un 20% de manera preventiva.
Pese al enorme trastorno, el ánimo en las ciudades afectadas se mantiene, en general, sorprendentemente sereno. Las plazas y terrazas de Madrid y Lisboa se llenaron de personas que, resignadas a la desconexión digital, salieron a disfrutar del sol, conversar o leer a la luz natural.
“Se siente como unas mini vacaciones forzadas”, comenta Gustavo, vecino de Madrid. Mientras elige entre velas aromáticas de lavanda y geranio , resume el espíritu general: “Ya volverá la luz. Mientras tanto, un poco de desconexión no le hace mal a nadie”.
¿Qué sigue?
Los operadores de Red Eléctrica Española y REN en Portugal siguen trabajando para estabilizar completamente el sistema. El desafío no es solo técnico, sino estratégico: deberá revisar qué tan preparada está la infraestructura para resistir fenómenos imprevistos.
Mientras tanto, Europa toma nota. La última vez que el continente sufrió un apagón de escalada comparable fue en 2003, cuando un fallo en Suiza dejó a 55 millones de italianos sin luz por 18 horas. La experiencia ibérica de 2025 será recordada, sin duda, como una nueva advertencia sobre la fragilidad de los sistemas interconectados.