En plena era de la inteligencia artificial generativa, TikTok ha dejado de ser solo un espacio de bailes virales o reseñas rápidas de libros. Ahora se ha convertido en el escenario de una resistencia inesperada: cientos de escritores tradicionales e independientes están inundando el hashtag #WritersTok con videos donde muestran, en tiempo real, su proceso de escritura manual. Manuscritos rayados, tachaduras, cafés fríos al borde de la laptop y miradas perdidas al techo conforman la nueva narrativa audiovisual con un único objetivo: demostrar que no son máquinas.

En respuesta a plataformas como Amazon han comenzado a marcar erróneamente obras legítimas como “contenido IA”, lo que afecta directamente la visibilidad y reputación de autores reales.
La IA no solo está generando textos: también está cometiendo errores al etiquetar los ajenos.
Y lo más preocupante es que los sistemas que deben verificar si un texto es auténtico o generado por IA aún fallan con frecuencia.
Además autoras como Victoria Aveyard, best-seller de la saga Red Queen, subió un video donde parte por la mitad un manuscrito de 1.000 páginas y deja en claro su postura: “Usar IA para escribir un libro no te convierte en escritor, te convierte en ladrón”. Su video acumula millones de vistas y se ha convertido en bandera de esta cruzada por la autoría real.

La tendencia ha generado una especie de renacimiento del making-of literario. Autores como Ashley Godschild, Quan Millz y Rachel Menard comparten time-lapses de su jornada frente al teclado, lecturas en voz alta de borradores con errores y hasta clips en los que consultan a sus lectores sobre dilemas narrativos. Todo bajo un mismo lema no declarado: “Este libro es mío, y te voy a mostrar cómo lo construyo desde cero”.

No se trata solo de ego o defensa personal. En muchos casos, es una respuesta a una industria editorial saturada por títulos que no tienen alma. Mostrar la fragilidad del proceso creativo las dudas, los cambios, los bloqueos es una manera de reconectar con los lectores y recordarles que escribir es un acto profundamente humano.
El fenómeno también ha sido interpretado como una forma inteligente de marketing. En un mundo saturado de contenido digital, ¿qué mejor forma de destacar que mostrar tu proceso real, imperfecto y vulnerable? Si bien algunos críticos señalan que esta visibilidad responde también a una necesidad comercial, muchos autores aclaran que no buscan victimizarse ni competir con la IA, sino simplemente dejar constancia de que su obra tiene corazón.
Mientras plataformas como Authors AI promueven un uso ético de la inteligencia artificial en la escritura, el debate sigue abierto. ¿Está mal usar IA como asistente? ¿Debe informarse al lector si una historia fue parcialmente generada por un modelo de lenguaje? ¿La autoría necesita pruebas visuales ahora?