La FDA ha aprobado lenacapavir, una inyección que se administra dos veces al año y ofrece una protección casi total contra el VIH, marcando uno de los avances más prometedores en la lucha contra el sida. Sin embargo, su implementación global enfrenta serios obstáculos debido a recortes en programas de salud pública impulsados por la administración Trump.

Fabricado por Gilead Sciences bajo el nombre comercial Yeztugo, lenacapavir es la segunda opción de profilaxis preexposición (PrEP) de acción prolongada, tras Apretude (cabotegravir), que se aplica cada dos meses. En ensayos clínicos, lenacapavir superó expectativas, brindando protección con tan solo dos inyecciones al año.

Aunque su precio de lista ronda los 28.200 dólares anuales, Gilead asegura que estará cubierto por seguros o programas de asistencia. Aun así, organizaciones de defensa alertan sobre posibles barreras al acceso por parte de aseguradoras y recortes a Medicaid, especialmente para poblaciones vulnerables.

En países de bajos ingresos, la situación es aún más crítica. Si bien Gilead licenció la producción a seis fabricantes para distribución en 120 países pobres, la llegada efectiva podría demorar hasta tres años. Y los países de ingresos medios como Brasil, que concentran gran parte de las nuevas infecciones, no están incluidos en ese acuerdo.

El panorama se complica por la decisión de la administración Trump de recortar fondos al programa PEPFAR y al Fondo Mundial contra el sida, la tuberculosis y la malaria, que habrían sido claves para adquirir el medicamento a gran escala. También se han bloqueado subvenciones de investigación y retenido fondos a estados estadounidenses para programas de prevención.

“Estamos a punto de ofrecer la mejor opción de prevención en 44 años, y las políticas actuales nos lo están arrebatando”, advirtió Mitchell Warren, director de AVAC.

Expertos temen que, sin medidas urgentes, se pierda la oportunidad de frenar la epidemia y garantizar el acceso equitativo al tratamiento más eficaz disponible hasta la fecha.

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