El mundo se desprecia del papa Francisco, el pontífice argentino que transformó el rostro de la Iglesia con humildad, cercanía y un espíritu profundamente humano. Este viernes por la tarde, en una ceremonia íntima dentro de la Basílica de San Pedro, su ataúd fue sellado tras tres intensas jornadas de despedidas multitudinarias. Más de 250.000 personas pasaron por su capilla ardiente, bajo el baldaquino de Bernini, para rendirle homenaje.

Francisco —Jorge Mario Bergoglio— falleció el 21 de abril a los 88 años. Su muerte conmocionó a creyentes y no creyentes, que llegaron desde todos los rincones del mundo para decirle adiós al papá “del fin del mundo”, que eligió caminar con los pobres, acercarse a los jóvenes y simplificar el ceremonial del poder. Este sábado, sus restos serán enterrados en la Basílica de Santa María la Mayor, tal como él mismo lo deseó, bajo una lápida sencilla que lleva su nombre en latín: Franciscus .


El Vaticano, acostumbrado a eventos históricos, mantuvo abierta la basílica incluso durante la madrugada. Las colas atravesaron la Plaza de San Pedro y, aunque no hubo incidentes mayores, se prohibió expresamente tomarse selfies junto al féretro, una indicación que no todos respetaron.
El féretro fue transportado el miércoles desde la residencia de Santa Marta hasta la basílica. Hoy, al cierre definitivo, se realizó el rito tradicional: se leyó el Rogito , un documento en latín que resume su vida y obra, introducido luego en un tubo de metal que será sepultado con él, junto con monedas y medallas de su pontificado. También se colocó un velo blanco sobre su rostro y se cubrió el ataúd con una tela decorada con la cruz y el escudo papal.
A la ceremonia privada asistieron familiares, colaboradores cercanos y líderes de la Iglesia. Durante la noche se celebrará una vigilia y mañana, sábado, se llevará a cabo el funeral de Santa Misa que marcará el último paso del viaje terrestre de Francisco.
En Roma no se habla de otra cosa. Los alrededores del Vaticano rebosan de peregrinos, fieles y líderes políticos de todo el mundo, incluidos los reyes de España, el presidente francés Emmanuel Macron, Lula da Silva y Xiomara Castro, entre otros. Todos han llegado con una certeza compartida: están siendo testigos del final de una era.
