En 2021, casi 2000 voluntarios se unieron al ensayo del fármaco experimental contra el Alzheimer conocido como BAN2401 , desarrollado por la farmacéutica Eisai . Este ensayo fue visto como una oportunidad para generar ganancias, a pesar de la enorme historia de frustraciones en la búsqueda de tratamientos efectivos para esta enfermedad.

Revelaciones ocultas: Los voluntarios, muchos de ellos con perfiles genéticos que los hacían más propensos a desarrollar Alzheimer, no fueron informados sobre su riesgo elevado de sufrir lesiones cerebrales por el medicamento. Aunque Eisai llevó a cabo pruebas genéticas, los resultados fueron mantenidos en secreto, lo que provocó la participación de 274 voluntarios en alto riesgo sin su conocimiento.
Una de las participantes, Genevieve Lane , de 79 años, falleció tras recibir tres dosis del fármaco, con su cerebro afectado por 51 microhemorragias . Su muerte fue atribuida a efectos secundarios del medicamento, lo que dejó a las enfermeras desesperadas por contener sus violentas convulsiones en sus últimas horas.

Más allá de la seguridad: A pesar de que el fármaco fue finalmente aprobado por la FDA como Leqembi , se resaltó que su beneficio es limitado: solo logra desacelerar el deterioro cognitivo durante unos pocos meses. En julio, un segundo medicamento, Kisunla , también aprobado bajo circunstancias similares, con 289 voluntarios que no fueron informados de su susceptibilidad a lesiones cerebrales.
Ética en cuestión: Expertos en Alzheimer y bioética criticaron esta falta de transparencia, considerando que estas prácticas socavan el principio de consentimiento informado . El Dr. George Perry , editor del Journal of Alzheimer’s Disease , expresó que los pacientes deben ser informados sobre sus riesgos genéticos, lo cual es parte fundamental del consentimiento.
La decisión de ocultar información fue aprobada por una junta de revisión institucional, lo que plantea serias preocupaciones sobre la ética en la investigación médica. Si bien los medicamentos como Leqembi y Kisunla tienen el objetivo de eliminar la proteína beta amiloide , su efectividad ha sido cuestionada, con expertos advirtiendo que los riesgos no se han evaluado completamente en relación a sus modestos beneficios.
Desafíos persistentes: La comunidad médica sigue debatiendo si la ética debe prevalecer sobre el potencial científico. Con la presión para desarrollar tratamientos innovadores para una enfermedad devastadora, la búsqueda de resultados a menudo choca con la necesidad de proteger a los voluntarios. La historia de Genevieve Lane y otros voluntarios resalta la urgente necesidad de una mayor transparencia y responsabilidad en los ensayos clínicos.
Fuente: New York Times :https://archive.is/KjFya