Cuando uno piensa en juguetes virales, suele imaginar algo infantil, barato y pasajero. Pero el universo de Labubu, el tierno (y algo monstruoso) personaje de la empresa china Pop Mart, rompió todos los moldes. Diseñado por el ilustrador belga-hongkonés Kasing Lung, Labubu no es solo una figura de vinilo: es una obsesión global.

Hoy, mientras miles de fanáticos compiten por conseguir los modelos oficiales, otro fenómeno ha surgido en paralelo: los “Lafufu”, imitaciones que invaden mercados callejeros, TikTok y hasta tiendas online. Y detrás de todo, se esconde un sistema perfectamente calibrado entre marketing, escasez, psicología de coleccionista y una pizca de caos postmoderno.


Todo empezó con una simple premisa: figuras misteriosas en cajas cerradas (blind box). No sabés qué modelo te va a tocar hasta que lo abrís. Esto, combinado con diseños adorables y una estética gótica-pop, convirtió a Labubu en una suerte de loot box de la ternura.

Cada muñeco oficial cuesta USD 27.99, pero algunos se revenden a más de USD 300, y un modelo a escala real alcanzó los USD 170.000 en subasta. No es broma: Pop Mart cotiza en la bolsa de Hong Kong, vale más de 43.000 millones de dólares y creció un 200 % en ingresos este año. El fenómeno es tan fuerte que hay coleccionistas que lo llaman el “Hermès de los juguetes”.


Pero donde hay furor, hay copia. Nacen así los “Lafufu”: imitaciones descaradas vendidas por USD 10 a 30. Algunos hasta vienen con cajas idénticas a las originales, pero los detalles no mienten: pies que no brillan, ojos fuera de lugar, orejas mal impresas. Aún así, tienen su propio nicho, y hasta se han convertido en íconos de memes y TikToks.

“Mi Lafufu es feo, pero es mío”, dice un usuario en Twitter/X. Otro los defiende como un símbolo de rebeldía frente al elitismo coleccionista. En Nueva York y Londres, los puestos ambulantes los ofrecen como si fueran AirPods alternativos: “Casi iguales, pero sin la culpa ni el precio”.

El problema es más serio de lo que parece. Autoridades británicas y europeas alertaron sobre imitaciones tóxicas con materiales no regulados, generando un debate sobre la seguridad en juguetes virales. ¿Hasta dónde llega la fiebre por una estética?


Pop Mart no vende figuras sueltas por cualquier canal. Usa drops limitados, alianzas con influencers y hasta cajas misteriosas especiales vendidas solo en vivo vía TikTok. La experiencia es parte del negocio: el ritual de abrir, compartir y “cazar” una figura rara.

Y eso es lo brillante del sistema: no importa si comprás el original o el trucho, estás dentro del juego. Pop Mart vendió más de 75 millones de cajas solo en Asia en el último año, y su crecimiento internacional recién empieza.


🧾 ¿Labubu o Lafufu? La batalla por la ternura con copyright

ModeloPrecio¿Oficial?Valor reventaSeguridad
Labubu (Pop Mart)USD 27.99✔️USD 50–300Alta
Mega LabubuUSD 959.90✔️Alta
Figura a escala real✔️ (subasta)USD 170.000Alta
LafufuUSD 10–30NuloBaja o riesgosa

Labubu es monstruoso, sí, pero también adorable. Inquietante, pero dulce. En esa ambigüedad está su poder: representa el caos emocional de una generación que creció entre crisis, sobreinformación y la constante búsqueda de pertenencia. En un mundo donde todo parece impersonal, Labubu (o incluso su trucha versión “Lafufu”) da la ilusión de algo propio, limitado, único.

Y quizás ese sea el verdadero negocio: no vender figuras, sino pertenencia.

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