Tras el fallecimiento del Papa Francisco en abril de 2025, el Vaticano se alista para celebrar un nuevo cónclave, un evento milenario que hoy se enfrenta a los desafíos de la era digital. En menos de 20 días, los cardenales se reunirán para elegir al nuevo pontífice, y con ello se activa una maquinaria de seguridad tan rigurosa como secreta. El objetivo es uno: evitar cualquier filtración antes del anuncio oficial del “habemus papam”.

Desde 2005, cuando se prohibió por primera vez el uso de teléfonos durante el cónclave, la tecnología ha evolucionado a pasos agigantados, y también lo han hecho las amenazas. En 2025, el Vaticano debe blindarse contra drones, micrófonos microscópicos, inteligencia artificial capaz de leer labios desde imágenes satelitales y una población global permanentemente conectada.

El Cuerpo de Gendarmería del Vaticano, junto con la Guardia Suiza Pontificia, ha implementado un operativo que convierte la Ciudad del Vaticano en una fortaleza digital. A pesar de su apariencia ceremonial, la Guardia Suiza está equipada con armamento moderno y entrenada para situaciones de alto riesgo.

Durante el cónclave, los cardenales se alojan y votan en una zona completamente aislada. Se utilizan inhibidores de señal que impiden cualquier comunicación inalámbrica. Esto significa que ni un micrófono escondido ni un teléfono podría transmitir información desde el interior.

Los espacios son revisados meticulosamente días antes de la llegada de los prelados. Se buscan dispositivos ocultos, se verifica a todo el personal autorizado, y se cubren ventanas con films opacos para evitar cualquier posibilidad de observación externa, incluso desde el cielo.

El Vaticano tiene más de 600 cámaras activas y un centro de monitoreo subterráneo. La vigilancia se intensifica durante el cónclave, con agentes supervisando cada entrada, cada movimiento y cada palabra. A esto se suma el control del espacio aéreo y una red de satélites militares aliados que aseguran que ni siquiera un dron civil pueda aproximarse.

Cualquier filtración o intento de comunicación desde dentro puede conllevar sanciones graves, incluyendo la excomunión. Es un sistema basado tanto en la tecnología como en el peso simbólico de las reglas canónicas.

El cónclave es uno de los últimos procesos político-religiosos que aún operan bajo el manto del secreto absoluto. Pero ese secreto, en el siglo XXI, no se sostiene solo con muros y votos de silencio. Se sostiene con estrategias digitales de alto nivel, propias de una agencia de inteligencia.

Y mientras el mundo espera la fumata blanca, el Vaticano resiste con fe y firewalls.

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