Belle Gibson, una influencer australiana, se hizo famosa en 2013 por su app de bienestar, que alegaba ser la clave para curarse de un “cáncer cerebral maligno” que, según ella, le había sido diagnosticado en 2009. Aseguraba que le habían dado una esperanza de vida de solo seis semanas a cuatro meses, pero que había logrado sanar por completo gracias a una dieta natural, meditación y otras terapias alternativas, rechazando los tratamientos convencionales como la quimioterapia.

Su historia de superación, junto con su app The Whole Pantry (que combinaba recetas saludables y consejos sobre bienestar), la catapultó a la fama. Belle ganó cientos de miles de seguidores, apareció en importantes medios de comunicación y publicó un libro de cocina que rápidamente se convirtió en un éxito de ventas. Se le reconoció como un modelo de inspiración, con revistas como Elle Australia y Cosmopolitan destacando su valentía y su capacidad para superar la enfermedad.

Sin embargo, todo resultó ser una mentira. En 2015, una investigación del periódico australiano The Age descubrió que Belle Gibson nunca había sido diagnosticada con cáncer. Sus historias de una enfermedad terminal eran completamente falsas. Además, se descubrió que las donaciones de dinero que había prometido a organizaciones benéficas eran en su mayoría inventadas, ya que solo había donado una fracción de lo que había recaudado.

Gibson admitió finalmente el fraude en una entrevista con Women’s Weekly en abril de 2015, pero se mostró evasiva sobre la magnitud de su engaño, incluso llegando a sugerir que había sido “embaucada” por un médico, cuya existencia nunca pudo probar. Este escándalo destapó no solo el fraude de Gibson, sino también las peligrosas implicaciones de su influencia sobre seguidores vulnerables que, guiados por sus recomendaciones, abandonaron tratamientos médicos convencionales en favor de terapias alternativas no comprobadas.

La historia de Belle Gibson no solo representa una estafa increíblemente cruel, sino también un ejemplo del poder de las redes sociales para crear figuras públicas y modelos a seguir, sin ningún tipo de regulación o comprobación de la veracidad de sus afirmaciones. Fue uno de los primeros casos en los que las plataformas digitales se convirtieron en un campo fértil para fraudes masivos relacionados con la salud, un fenómeno que ha seguido creciendo en los años posteriores.

Este engaño generó una gran discusión sobre la ética de los influencers y la responsabilidad que tienen sobre la salud y el bienestar de sus seguidores. El caso de Gibson se unió a otros fraudes similares, como los de Anna Delvey o Elizabeth Holmes, quienes también se aprovecharon de la credulidad pública para crear una fachada de éxito y credibilidad a costa de la vulnerabilidad de otras personas.

Hoy en día, la historia de Belle Gibson sigue siendo un recordatorio de los peligros de confiar ciegamente en figuras de las redes sociales que promueven curas milagrosas, y de la importancia de validar la información, especialmente cuando se trata de la salud.

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