La Capilla de San Pedro en Lucerna, Suiza, ha sido el escenario de un experimento religioso que ha captado la atención del mundo: la instalación de una versión digital de “Jesús” en un confesionario, utilizando inteligencia artificial (IA). Este proyecto, denominado “Deus in Machina” (Dios en la máquina), se llevó a cabo con la intención de evaluar cómo los fieles reaccionarían ante una experiencia de confesión mediada por IA.

El sistema de IA, que empleaba tecnología de vanguardia como GPT-4o de OpenAI y el sistema Whisper para comprender más de 100 idiomas, fue instalado en agosto de 2024 y estuvo operativo durante dos meses. Los visitantes pudieron interactuar con una figura digital de Jesús, que proporcionó respuestas a las inquietudes de los usuarios dentro del confesionario. Las interacciones estaban señalizadas mediante luces verdes y rojas para guiar el flujo de la conversación. Sin embargo, el proyecto no tenía la intención de reemplazar a un sacerdote ni ofrecer absoluciones religiosas, sino más bien, funcionar como una herramienta para reflexionar sobre la integración de lo digital en espacios sagrados.

Según Philipp Haslbauer, especialista en TI y líder del proyecto, más de 1,000 personas participaron en la experiencia, y de estas, 230 proporcionaron comentarios detallados sobre su experiencia. Los resultados fueron mixtos. Mientras que dos tercios de los participantes consideraron que el sistema era fácil de usar y que les brindó una “experiencia espiritual”, otros lo vieron como una experiencia superficial, algo lejano de la conexión humana que usualmente se busca en un acto de confesión.

Sin embargo, no todos compartieron la misma perspectiva positiva. Varios miembros de la comunidad religiosa criticaron fuertemente la idea, considerando la utilización de una figura de Jesús digital como blasfema. Algunos comentarios en línea llegaron a calificarlo como “obra del diablo”, generando una ola de reacciones negativas. Sin embargo, Marco Schmid, teólogo de la capilla, defendió el proyecto, subrayando que la intención no era reemplazar la interacción humana, sino abrir un espacio para reflexionar sobre cómo las tecnologías pueden formar parte de las prácticas espirituales.

A pesar de las críticas, el proyecto no fue descartado, y Schmid señaló que varias parroquias e investigadores han mostrado interés en replicarlo en otras ubicaciones. Según él, el éxito del experimento inicial ha abierto la puerta a nuevas posibilidades, aunque aún están en fase de reflexión sobre cómo avanzar.

Este experimento ha generado un amplio debate sobre el papel de la tecnología en la espiritualidad y la religión. Algunos lo ven como una forma innovadora de acercar la fe a las nuevas generaciones y explorar la interacción digital en contextos sagrados. Otros, en cambio, sostienen que al tratarse de una representación digital de una figura religiosa, esta experiencia diluye el significado profundo de la confesión y la espiritualidad.

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