En el corazón del Upper East Side de Manhattan, en una lujosa mansión de siete pisos, Jeffrey Epstein construyó algo más que un hogar: edificó un escenario macabro donde el poder, la perversión y el secreto convivían bajo el mismo techo. Nuevas fotografías y documentos obtenidos por The New York Times y The Daily Beast revelan detalles inéditos de la propiedad donde Epstein hospedaba a figuras de la élite global.
La propiedad, conocida como la Herbert N. Straus House, tiene más de 21.000 pies cuadrados y fue adquirida por Epstein en 1998 por medio de su entonces amigo, el magnate Leslie Wexner. Lo que antes era una joya arquitectónica, Epstein la convirtió en un santuario decorado con arte perturbador y dispositivos de vigilancia.
Al ingresar, los visitantes eran recibidos por docenas de prótesis oculares enmarcadas, y en el atrio colgaba una escultura de una novia aferrada a una cuerda, como un símbolo trágico del control. En una de las oficinas se encontraba una edición original de Lolita, el infame libro de Vladimir Nabokov.

Según los reportes, al menos dos habitaciones estaban equipadas con cámaras de seguridad ocultas, lo que alimenta teorías de que Epstein grababa a sus visitantes. Entre las figuras retratadas en fotos dentro de la casa se encuentran Donald Trump, Bill Clinton, Bill Gates, Woody Allen, Stephen Bannon, Elon Musk y Mohammed bin Salman.

Un aparador lleno de instantáneas enmarcadas mostraba estas conexiones, mientras que una pizarra con un mapa de Israel firmado por el ex primer ministro Ehud Barak colgaba en una sala común, testigo de las cenas donde académicos, políticos y empresarios compartían espacio con jóvenes asistentes.

Los encuentros en la mansión eran todo menos convencionales. Las cenas eran sencillas en menú, pero excesivas en significado. Woody Allen comparó en una carta los eventos con “el castillo de Drácula”, mientras que Mortimer Zuckerman sugería platillos que supuestamente aumentaban el deseo sexual de Epstein. Ehud Barak y su esposa escribieron que Epstein tenía una “curiosidad ilimitada” y “sabía todo de todos”.

A pesar del suicidio de Epstein en una cárcel federal en 2019, muchas preguntas permanecen sin respuesta: ¿cómo acumuló su fortuna? ¿Por qué tantas figuras públicas lo frecuentaron incluso después de ser condenado? Las promesas de transparencia del gobierno estadounidense respecto a los archivos relacionados con Epstein han sido lentas, alimentando aún más las sospechas.
La reciente reunión del Departamento de Justicia con Ghislaine Maxwell, quien cumple una condena de 20 años por tráfico sexual, ha avivado rumores de un posible acuerdo de cooperación a cambio de beneficios penitenciarios o incluso un indulto.
La casa de Epstein no era simplemente un centro social; era una guarida de secretos, diseñada para impresionar, intimidar y quizás chantajear. La arquitectura del horror convivía con el lujo más refinado. Hoy, convertida en símbolo de una época oscura, sigue revelando fragmentos de una verdad incómoda: el poder, cuando no tiene límites, puede ocultar lo indecible entre sus paredes más elegantes.
Fuente: The New York Times, The Daily Beast, NY Post, Infobae, Wikipedia.