Un nuevo juego rompe todos los esquemas: en Date Everything no citas humanos, sino objetos de tu casa desde lámparas narcisistas hasta perchas poliamorosas. Parece absurdo, pero en realidad es una sátira brutal sobre cómo las relaciones modernas se han vuelto líquidas, superficiales y a veces tóxicas.

Al empezar, el jugador puede seleccionar o crear un personaje virtual (avatar) que lo representa en el mundo del juego, está aislado en su casa y empieza a relacionarse con los únicos “seres” a su alcance las cosas. El juego no solo explora el amor romántico, sino también la amistad, la sexualidad diversa y la alienación emocional en tiempos digitales.
La hipérbole funciona porque revela lo esencial: si todo puede ser “pareja”, entonces nada lo es realmente. El deseo se vuelve ubicuo pero superficial. La conexión, líquida. En palabras de Bauman, amar se convierte en una experiencia de consumo.
Uno de los puntos más audaces del juego es su exploración de formas diversas de deseo: hay personajes asexuales, arománticos, y también figuras cuya única motivación es el sexo. Lo hace sin solemnidad ni bandera moral, sino desde una lógica lúdica que, paradójicamente, termina siendo más honesta que muchas narrativas “inclusivas” forzadas. El juego no predica, muestra. Y deja al jugador vivir las consecuencias emocionales de sus elecciones, ya sea amor, rechazo o indiferencia.
Tal vez lo más inquietante de Date Everything es que, en su absurdo, educa. Enseña lo que muchos juegos y muchas relaciones reales no se atreven: que no todo el mundo te va a gustar, que puedes terminar odiando a quien deseaste, que hay múltiples maneras válidas (y fallidas) de conectar, y que a veces el problema no es el otro es uno mismo.
¿Es posible enamorarse de una lámpara? El juego no lo descarta, pero lo más importante no es el “qué”, sino el “cómo” y el “por qué”. ¿Qué buscas realmente en una relación? ¿Afecto, validación, conveniencia? Al tratar con objetos que encarnan tipologías emocionales, el jugador se enfrenta indirectamente a sus propios patrones afectivos.
Date Everything no es solo una sátira brillante de la cultura de citas digital. Es, en muchos sentidos, un ensayo interactivo sobre el amor en tiempos de algoritmos, burnout y soledad estructural. Es grotesco, sí, pero también sincero. No se burla del jugador: lo desnuda.
Y al final, quizá esa sea la moraleja más dura del juego: que incluso cuando “sales con todo”, puede que termines sintiéndote más solo que nunca.