El nuevo Blancanieves de Disney se presenta como un reinicio que no logra hacer justicia al legado del clásico animado. Aunque Rachel Zegler entrega una interpretación vocal espectacular y logra aportar algo de frescura al personaje, la película se ve opacada por un guion flojo que no logra desarrollar la historia de manera impactante. La Reina Malvada, interpretada por Gal Gadot, carece de la intensidad y la malicia necesarias para dar vida a un personaje tan icónico, lo que resta fuerza a la narrativa.

Una de las decisiones más polémicas es el tratamiento de los enanitos, que en lugar de ser representados por actores reales, se presentan como personajes CGI, lo cual, aunque busca evitar los estereotipos de la película original, termina siendo una representación algo fría y desconectada de la audiencia. Además, la inclusión de una banda de bandidos que reemplaza a los enanitos parece una decisión innecesaria, que no agrega nada nuevo a la historia y solo genera redundancia.
Aunque la película tiene sus momentos musicales agradables y algunos números de baile bien coreografiados, la falta de riesgo y la obvia intención de crear un producto que funcione como un merchandising y no como una verdadera reinvención, la convierten en una propuesta olvidable. Este Blancanieves se siente más como una estrategia comercial que como una nueva versión de un cuento clásico que podría haber sido contado de una manera más fresca y arriesgada.
