Mientras Elizabeth Holmes cumple una condena de 11 años en una prisión federal por fraude masivo a inversores con su empresa Theranos, su pareja, Billy Evans, emerge en el mundo de las startups con una propuesta que, para muchos, es tan familiar como inquietante. Su nueva compañía, Haemanthus —nombrada como el lirio de sangre—, busca revolucionar el diagnóstico médico, comenzando por el ámbito veterinario, con un dispositivo de análisis portátil que promete resultados rápidos y precisos a partir de muestras de sangre, saliva u orina.

Y aunque el sector elegido para la etapa inicial es el cuidado de mascotas, el objetivo final, según materiales obtenidos por The New York Times , es ambicioso: la “optimización de la salud humana” .

Ecos del pasado

Evans, de 33 años, es heredero de una fortuna hotelera y pareja de Holmes desde que esta enfrentaba los primeros embates legales por su fallida empresa. Theranos prometía realizar cientos de análisis clínicos con solo una gota de sangre, pero tras investigaciones periodísticas, se descubrió que sus dispositivos no funcionaban y que los supuestos avances científicos eran un elaborado montaje.

Hoy, Haemanthus presenta un dispositivo rectangular con pantalla digital, puerta automática y tecnología basada en láseres. Su diseño recuerda, inquietantemente, al infame Edison de Theranos. Aunque el mercado inicial es diferente —el veterinario—, los materiales para inversores anuncian una visión de largo plazo que incluye escaneos moleculares rápidos, biomarcadores de cáncer e inteligencia artificial médica.

Evans ha sido reservado sobre su relación con Holmes en el marco de esta nueva aventura empresarial. Sin embargo, los paralelismos son imposibles de ignorar.

Uno de los elementos más controversiales de Haemanthus es su afirmación de no estar bajo la jurisdicción del USDA (Departamento de Agricultura de EE.UU.), lo que ha despertado sospechas sobre los controles y garantías mínimas. Aunque el USDA sí regula pruebas veterinarias, un documento parcialmente redactado —presentado por Evans— sugiere que el producto no entraría en esa categoría específica.

Un vocero del USDA no confirma comunicaciones directas con la startup, y expertos ya advierten sobre la ambigüedad de operar en zonas grises regulatorias. La falta de transparencia en el proceso científico y la opacidad sobre sus asesores técnicos —no identificados en los documentos entregados a inversores— refuerzan la idea de una historia que parece escrita en rima con el pasado.

Silicon Valley y el mito del “segundo acto”

En el ecosistema tecnológico, los fracasos estruendosos a menudo no son el final, sino la antesala del regreso con más fondos y visibilidad. Billy Evans parece querer escribir su propia narrativa de redención empresarial, al margen de la condena de su pareja y del escepticismo creciente en el sector salud.

El hecho de que Haemanthus ya haya recaudado millones entre familiares, que apunte a una segunda ronda por 15 millones de dólares, y que promete un modelo portátil “del tamaño de un sello” para humanos en tres años, recuerda cómo el poder del storytelling aún puede deslumbrar a inversores ansiosos por encontrar el próximo unicornio.

Sin embargo, voces influyentes como la del capitalista James W. Breyer —primer inversor de Facebook— han optado por mantenerse al margen, citando las mismas razones por las que rechazaron a Theranos dos veces: falta de validación científica y utilidad clínica comprobable.

La historia de Haemanthus no está escrita aún. Podrías tratar de una empresa legítima con tecnología prometedora para la salud animal. Pero si algo nos enseñó el caso de Theranos es que los discursos innovadores, sin evidencia científica sólida, pueden hacer mucho daño: no solo financiero, sino también humano.

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