Durante una conversación tensa y a ratos irónica en el podcast “Club Random”, Bill Maher y Sean Penn protagonizaron un cruce frontal sobre el siempre espinoso tema de Donald Trump. El detonante fue una reciente cena entre Maher y el expresidente estadounidense, que provocó la desaprobación de Penn. Pero Maher no se quedó callado.

“Realmente, ¿te reuniste con Castro y Hugo Chávez, pero no aceptarías una invitación del presidente de los Estados Unidos?”, disparó Maher, cuestionando lo que considera una hipocresía flagrante en el discurso de Penn.
El actor, conocido por su activismo político de izquierda y por sus encuentros con líderes como Fidel Castro, Hugo Chávez e incluso un viaje a Irán para cubrir elecciones en 2005, intentó defenderse: “Vi buenos resultados salir de esas reuniones. Pero personalmente no confiaría en nada de lo que se dijera en una sala con Trump”.
Maher contraatacó: “Eso no se trata de confianza, se trata de saber. Es como decir ‘no me haré este examen médico porque no quiero saber’”. Para el conductor de HBO, reunirse con alguien —incluso con Trump— tiene un valor informativo que no debe ser descartado a priori.
Penn se mostró incómodo con la exposición que Maher ha dado al encuentro en sus espacios, y confesó que habría preferido que la cena se percibiera “como menos exitosa”. Aun así, el propio Maher había dicho anteriormente que la velada —organizada por Kid Rock en la Casa Blanca— fue más anecdótica que política, y que su motivación no era legitimarlo, sino entender mejor al personaje.
Lo que quedó en evidencia en el intercambio no fue solo la diferencia de posturas sobre Trump, sino algo más profundo: la tensión entre la consistencia ideológica y la práctica política real. Maher cuestiona por qué es aceptable para Penn reunirse con líderes autoritarios de izquierda, pero inadmisible compartir una mesa con un presidente electo democráticamente —aunque sea polémico y divisivo.
Este episodio refleja el quiebre que recorre actualmente al progresismo estadounidense. Una parte insiste en blindarse del trumpismo incluso a nivel personal, mientras otra —como Maher— aboga por no renunciar al diálogo, incluso con quienes despiertan rechazo.
Como de costumbre, Maher no tuvo reparos en incomodar, y Penn, fiel a su estilo, tampoco se guardó lo que piensa. El resultado fue un intercambio explosivo que expone una contradicción no solo entre dos figuras públicas, sino dentro del debate más amplio sobre cómo lidiar con el fenómeno Trump en la cultura y la política norteamericana.