En la cima de su éxito, muchas empresas se enfrentan a una encrucijada: o se reinventan, o se vuelven irrelevantes. Airbnb, valorada en decenas de millas de millones y ampliamente asociada con el alquiler vacacional, está apostando por la primera opción. Su CEO y cofundador, Brian Chesky, ha lanzado una ambiciosa transformación que busca convertir la plataforma en una especie de “Amazon de los servicios humanos”. ¿El objetivo? Que abras la aplicación no solo cuando viajes, sino todos los días.

Todo comenzó en noviembre de 2023, tras el polémico despido (y posterior regreso) de Sam Altman en OpenAI. Chesky, amigo cercano de Altman, se vio emocionalmente involucrado. Cuando terminó el drama tecnológico, se encontró solo en su lujoso apartamento de San Francisco durante el fin de semana de Acción de Gracias. Sin familia ni aviones, acompañado únicamente por su perra Sophie, Chesky hizo lo que hacen los fundadores en crisis: escribió un manifiesto.
Inspirado por el modelo de Amazon —que comenzó como una librería online y terminó vendiendo de todo—, Chesky propuso que Airbnb se convirtiera en una plataforma integral de servicios presenciales : desde chefs privados hasta entrenadores personales, fotógrafos y estilistas. Como si Uber, TaskRabbit y Yelp se fusionaran con una estética minimalista y más confianza en el anfitrión. “No somos solo una aplicación de vacaciones; vamos a ser una comunidad”, escribió.
Una expansión multimillonaria (y algo nostálgica)
La empresa ya ha invertido más de 200 millones de dólares para lanzar la primera fase de esta reinvención: más de 10.000 proveedores de servicios en 260 ciudades y 30 países. También está relanzando “Experiencias”, una funcionalidad de 2016 que nunca despegó del todo pero que hoy, con un ecosistema más robusto, podría tener su momento.
Airbnb quiere que utilice tu perfil como una especie de credencial digital confiable , casi como un pasaporte validado por la comunidad. Y en la fase siguiente, inspirado por la inteligencia artificial, el objetivo es crear un “superconserje” personalizado , capaz de conocer tus gustos y planearte desde un viaje hasta un retiro espiritual o una cita romántica.
La comparación con Amazon o incluso con Google es tentadora, pero no del todo justa. Airbnb es altamente rentable y domina su nicho, pero no tiene (aún) la escalada de los gigantes tecnológicos. Chesky, que tiene 43 años, lo sabe. “Estoy en una encrucijada: puedo estar casi listo… o apenas empezando”, declaró.
En su sede de San Francisco, los muros están ahora cubiertos con mapas urbanos y perfiles culturales de ciudades como Austin o París, repletos de “principios básicos” como “Tacos y Two-Step” o “Vivir y estar vivo”. Puede sonar un ejercicio de branding de Silicon Valley, pero también revela una intención clara: personalizar la experiencia a un nivel emocional y local, como si cada ciudad fuera una historia que Airbnb quiere contar por vos.
Hay algo nostálgico en esta reinvención. Chesky y su cofundador Joe Gebbia vienen del diseño, no de la ingeniería. Su obsesión nunca fue el código, sino la experiencia. Eso explica por qué ven Airbnb más como una obra de diseño que como una agencia de viajes. La nueva aplicación, con su interfaz elegante y modular, refleja ese enfoque.
Sin embargo, el riesgo está ahí: en querer ser todo, ¿puede Airbnb dejar de ser algo? En un mundo donde las grandes plataformas buscan dominar cada rincón de la vida digital, la propuesta de Chesky parece más humana… pero también más vulnerable. ¿Queremos una aplicación para reservar masajes, cenas y coaches espirituales? ¿O solo un lugar donde dormir barato en Florencia?
La mediana edad empresarial no perdona. Airbnb está intentando hacerla emocionante.