Como si eso fuera poco, Robert Shaw el actor que interpretaba al cazador de tiburones bebía tanto que un día tuvieron que cargarlo borracho al barco y suspender las grabaciones. Spielberg, joven e inexperto, intentó complacerlo dejándolo tomar unos tragos antes de filmar el icónico monólogo de Quint. Resultado: Shaw se desmayó y no recordó nada al día siguiente.

“Fue una pesadilla”, dijo Spielberg años más tarde. Tanto así que no volvió para Tiburón 2. “Nunca más quise acercarme al agua”.
Lo irónico: todo ese caos terminó creando uno de los mayores clásicos del cine moderno, recaudando más de 470 millones de dólares y dando origen al concepto de blockbuster veraniego.
El tiburón casi lo devora todo, pero Spielberg sobrevivió… y cambió el cine para siempre.